Lo nuestro no iba a funcionar, lo sabía desde el principio. Yo era un cactus y tú un globo atraído hacia mis espinas, tú tenías un corazón puro y bonito y el mío estaba protegido con púas por si alguien se atrevía a acercarse lo suficiente. Yo era el gato negro que se cruzaba por delante de la gente e iba rompiendo espejos, sin embargo tú... tú eras la herradura, la mano de Fátima y el trébol de cuatro hojas que la gente ansiaba tener. A mí me gustaba ir despacio, pasear y contemplar los paisajes y a ti te gustaban las prisas porque pensabas que la vida era demasiado corta como para pararse a admirar los paisajes. ¡Qué imbécil! ¿Pero cómo no iba a querer ir despacio? necesitaba más tiempo para admirar las vistas. Y no, no me refiero a las vistas de la ciudad sino a lo bonito que se ve el mundo desde tu hombro.
No funcionó y maldigo a aquel que dijo un día "Los polos opuestos se atraen" y no contó con que tantas diferencias también hacen que se repelan.
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